Honen dijo una vez: Que cuando llegues a la escena final de la vida, puedas, con una mente serena, mirar el rostro del Buda Amida, invocar su nombre con tus labios y en tu corazón puedas esperar con confianza la bienvenida que te extenderá su santo séquito. Aunque a través de los días y años de la vida hayas acumulado mucho mérito mediante la práctica del nembutsu, si en el momento de la muerte caes bajo el hechizo de algún mal, y al final das paso a un corazón malvado y pierdes el poder de la fe y la práctica del nembutsu, significa que pierdes ese Nacimiento en la Tierra Pura inmediatamente después de la muerte. Y aunque puedas tener una o dos o tres o incluso cuatro vidas después de esto, o no importa cuántas veces experimentes el nacimiento y la muerte en el futuro, estás separado de la posibilidad de salvación. Sin duda que es terrible contemplar esto y que ninguna palabra puede describirlo. Por eso Shan-tao nos instó con tanta ternura a orar así: «Que nosotros, los discípulos del Buda, cuando lleguemos a morir no suframos ninguna perversión mental, ni caigamos bajo el hechizo de ninguna alucinación, ni perdamos la conciencia de la verdad, sino que, libres de agonía de mente y cuerpo, que en paz de mente, como aquellos en éxtasis, tengamos ese santo séquito de Amida que venga a nuestro encuentro, y, embarcándonos a salvo en la nave del Voto Original, que tengamos nuestro Nacimiento en la Tierra Pura del Buda Amida, y nos sentemos en el loto del primer rango». De aquí se desprende aún más claro que debemos orar para tener una mente serena cuando llegue la muerte. Hay quienes dicen que las personas que rezan por una mente serena a la hora de la muerte en realidad no ponen su confianza en el Voto Original de Amida, sino que se detienen y piensan cuán superiores deben ser al gran Shan-tao mismo. ¡Qué cosa más vil y terrible decir eso!
Capítulo 21, sección 37, página 407.
Extaído de: https://web.archive.org/web traducido y editado por Chijo Cabanelas