Palabras de Despedida a su Madre
Kwangaku, con gusto, acompañó al niño para hablar con su madre sobre el asunto. Entonces, el niño le habló con las siguientes palabras:
"Después de muchas dolorosas transmigraciones, he alcanzado al fin la gloria de haber nacido como ser humano. En este mundo de ilusiones, finalmente he llegado a encontrarme cara a cara con las enseñanzas del Buda que disipan todas las ilusiones. Cuando uno percibe ante sus propios ojos la completa impermanencia de todas las cosas, no puede sino rechazar la gloria efímera de este mundo ilusorio. Sobre todo, las palabras de despedida de mi padre resuenan constantemente en mis oídos, y no puedo olvidarlas. Por ello, debo dirigirme de inmediato al Monte Shimei y comenzar el estudio del Único Vehículo."
Por supuesto, madre, mientras vivas, cumpliré mi deber filial contigo al máximo cada mañana y cada noche; pero, como dice uno de los sutras, la mejor manera en que los hijos pueden mostrar gratitud a sus padres es alejándose de lo temporal y dedicándose a lo eterno. No permitas, entonces, que la tristeza de una despedida matutina oscurezca todo el día." Con muchas palabras como estas, consoló el corazón de su madre.
Las Lágrimas de Dolor de la Madre
La madre estaba tan convencida de la sensatez de todo lo que él le dijo que dio su consentimiento a su petición. Sin embargo, estaba tan abrumada por la tristeza que las lágrimas rodaron por su manga hasta caer sobre el cabello negro del niño. Le resultaba difícil, como siempre sucede con seres de carne y hueso, soportar tales penas y tan fácil ceder a los sentimientos naturales que surgen en un momento de separación de los seres queridos. Su dolor se expresó en los siguientes versos memorables:
"¡Ay de mí! ¿Qué haré cuando deba separarme
de este, mi hijo, el último regalo de su padre
para alegrar mi corazón!"
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