Destacamos que es a través de la compasión del Buda Amida que tenemos la posibilidad de alcanzar nuestra iluminación, en la cual se descarta la connotación de piedad o tristeza. En cambio, se nos lleva a pensar en nuestra existencia desde una perspectiva más correcta, conscientes de que nuestras vidas están interconectadas y son interdependientes, y por lo tanto recibimos constantemente el poder del otro. Cuando dejamos de usar el pronombre «yo» y empezamos a reflexionar sobre el pronombre «nosotros», la posibilidad de acercarnos a la perfección es ilimitada.
Además, Buda nos advirtió que nuestras vidas están permeadas por los sufrimientos a los que estamos sujetos, un ejemplo de los cuales es la muerte. Por otro lado, conviene recordar que la existencia humana también está ligada a la muerte de otros seres, después de todo, biológicamente, la forma, o nuestro cuerpo, sólo puede existir gracias a un principio básico: el acto de comer. Es el alimento (otros seres) que ingerimos diariamente el que nos permite mantener la vida. La cuestión es que la muerte puede ser el final de una existencia para algunos, pero también puede entenderse como el comienzo de la vida para otros. En cualquier caso, tenemos aquí otro ejemplo de la interdependencia entre los seres que ocupamos este planeta y las formas en que recibimos el “poder del otro”. Creemos que, a partir de esta simple percepción seremos más capaces de “ver correctamente” la realidad en la que estamos inmersos.
También vale la pena destacar que, si evaluamos el desarrollo histórico de la humanidad, notaremos que la característica principal del ser humano (aquella que permea la gran diversidad de los pueblos y sus culturas) es la existencia del “ser social” –siempre agente o sujeto principal en las relaciones que crea o desarrolla; Siempre conectado con el "otro". Veamos: los médicos ejercen su derecho gracias a sus pacientes; los profesores enseñan gracias a sus alumnos; Los agricultores plantan porque la gente come sus productos; Los ingenieros diseñan para satisfacer las necesidades tecnológicas de la humanidad; Los equipos de fútbol pueden ganar o perder gracias a la presencia de sus oponentes; etc. En todos los casos, la plena realización del "yo" sólo es posible gracias a la participación del "otro"; y, de esta manera, podemos afirmar: el "yo" sólo es posible con la existencia del "otro"; o incluso: el “yo” sólo es posible a partir del “otro”. Éste es el “poder del otro”. No se trata de una simple opinión sobre la humildad, sino de una mirada correcta a nuestras limitaciones y a las de nuestra existencia. Cuando tenemos verdadera conciencia de esta realidad, comprendemos verdaderamente el concepto de compasión del Buda Amida.
Desde el principio, cuando planteamos lo que los budistas presentan como su propuesta, vemos que su objetivo principal es el desarrollo completo de nuestra existencia, lo que, en términos técnicos, se llama o denominada la iluminación, o la salvación. Las más variadas escuelas o grupos budistas no son más que metodologías a adoptar para alcanzar este objetivo. Al igual que en un viaje, cuando queremos llegar a un punto concreto, podemos elegir entre diferentes medios de transporte: coche, avión, barco, bicicleta, a pie, etc., o incluso diferentes rutas a realizar: por tierra, por aire y por agua. Podemos elegir entre los “vehículos” y “caminos” a nuestra disposición, pero eso no significa que debamos decir que nuestra decisión es mejor o peor que la del otro, incluso cuando el otro no elija ninguno de los dos.
Por eso, es necesario prestar atención a un pequeño detalle no menos importante: la tolerancia hacia la elección que la otra persona hace, o no quiere hacer. Creemos que este concepto es importante para lograr otro valor un poco más noble: el respeto a las decisiones de los demás, especialmente en términos religiosos.
En la Escuela de la Tierra Pura del Budismo (Jōdōshū), el logro de la iluminación se basa en esta premisa, en la que todo es posible cuando recordamos la característica principal de nuestra existencia: la colectividad. La consecución plena de nuestras metas o sueños sólo es completa cuando todos también podemos lograrlo. Después de todo, ¿es un padre o una madre completamente feliz como ser humano si uno de sus hijos está enfermo? O podemos estar felices como practicantes sabiendo que la desigualdad social todavía es muy grande en nuestro país?
Creemos que estas y otras preguntas pueden analizarse y resolverse si podemos pensar nuestra existencia desde la perspectiva de los demás.
Muchas personas seguramente ya habrán vivido (como oyentes) la historia de unos padres sobre sus hijos. No importa la edad: cuando un padre o una madre habla de sus hijos, de sus logros en la escuela, en el trabajo, en la vida, siempre hay una alegría, que es quizás igual o mayor que la de los propios hijos. Por otra parte, cuando uno de los hijos están enfermos, no es difícil ver que, para los padres, puede ser “más fácil” quedarse cerca de su cama que vivir tal situación. Éste es un ejemplo que se compara con la compasión del Buda. Cuando somos capaces de pensar nuestra existencia desde la perspectiva de los demás, en la práctica el “yo” deja de existir y prevalece el “nosotros”.
Es a partir de este principio es que, en nuestra comunidad, buscamos desarrollar diversas actividades (auxiliares) dirigidas al colectivo (sociedad) a través de acciones concretas, como las de la Asociación Pro-Excepcional Kodomo no Sono, iniciada por el obispo Ryōshin Hasegawa; a través de la Asociación Paraná de Apoyo a los Ancianos Wajunkai; las campañas de la fraternidad; o incluso actividades culturales dirigidas a niños y jóvenes. En términos de la práctica espiritual, siempre tratamos de recordar los valores presentados anteriormente por la entonación del Nembutsu, una práctica esencial para la Escuela Budista de la Tierra Pura.
Entendemos teóricamente la gran mayoría de los fenómenos de esta vida, sin embargo, también es cierto que esta misma comprensión no nos hace completamente capaces de poner en práctica todas las ideas que consideramos correctas o apropiadas. Cuando analizamos ejemplos de nuestra vida diaria, sabemos que debemos hacer muchas cosas, o que podemos optar por opciones más correctas, pero invariablemente terminamos eligiendo el camino más cómodo. Finalmente, en muchos momentos de nuestra vida somos conscientes de que actuamos y vivimos de forma “limitada”, o, más claramente, de que somos débiles.
La filosofía básica de la Escuela Budista Jodoshu, fundada por el maestro Honen, tiene como objetivo crear mecanismos que puedan salvar a cualquier ser humano, independientemente de su grado de limitación.
El maestro Honen estudió y practicó varios modelos de práctica ascética budista, pero su objetivo principal era encontrar un modelo de práctica ascética (un ejercicio que conduce a la realización efectiva de la virtud, a la plenitud de la vida moral) que pudiera ser adoptado por todas las personas.
Extraido del libro: "Budismo en la vida cotidiana" de Pedro Inaba
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